viernes, 23 de octubre de 2009

Paradoja

Las complejidades del ser humano, como ninguna otra especie, hacen que la vida esté en una paradoja permanente desde que ésta comienza. Los padres dedican los primeros dos años del hijo para enseñarle a caminar y a hablar, y los siguientes dieciseis lo viven pidiéndole que se siente y se calle. Al crecer, queremos todos los juguetes que no tenemos, pero al obtenerlo, deja de ser interesante y apenas lo tocamos. Más tarde, el joven busca ser el primero en la vida de la doncella y ella espera que él sea el último. Ya en pareja, él le propone casarse esperando que ella nunca cambie y ella decide aceptar con la seguridad de que podrá cambiarlo. Al final uno no quiere morir solo y en la tumba está sólo el difunto.